Tacoronte Acentejo

Si solo por la retórica gubernamental fuere, la crisis la habríamos dejado atrás hace tiempo. No obstante, la realidad es obstinada y seguimos en esta especie de valle de lágrimas, también en lo que a ventas de vino en el mercado español y canario se refiere.

El contexto general del consumo de las familias españolas queda reflejado en los gráficos publicados por Ángel Laborda el pasado 22 de junio en El País (véase gráfico). La Encuesta de Presupuestos Familiares del INE muestra un panorama desolador: en 2013 el consumo siguió cayendo (panel superior izquierdo), sólo los jubilados escapan por los pelos de esta caída (panel inferior izquierdo), las bebidas alcohólicas están entre las más afectadas (panel superior derecho) y, para colmo, en Canarias no llegamos ni al 80% del gasto medio nacional (panel inferior derecho).

¿Y cómo les va a los vinos en este contexto tan sombrío? Van sobreviviendo e intentan remontar paso a paso las ventas que se esfumaron durante la contienda. Según la misma fuente estadística (EPF), en el mercado español la cantidad media de vino por persona se ha estabilizado y el gasto en el año 2013 es incluso algo superior al del año anterior. Dicho de otra forma, el ligero repunte en los precios no parece haber afectado a la cantidad vendida. Pasando del mercado español al canario y empleando los datos de otra fuente estadística, del Panel de Consumo de Alimentos del Ministerio (véase tabla), también observamos atisbos para la esperanza. Estos datos indican para 2013 un volumen de compras un 1,3% superior al de 2012 en el segmento de los vinos tintos con Denominación de Origen (que es el segmento de mayor interés para Tacoronte-Acentejo), a pesar de subidas en los precios (7,9%). Todo lo contrario ocurre con los vinos tintos sin Denominación de Origen, cuyo volumen se desplomó en el mercado canario entre 2012 y 2013, después de haber crecido durante los años anteriores. Aunque esta reducción sea posiblemente menos contundente que la revelada por los datos del Ministerio, al menos nos permite apreciar signos de consolidación en el mercado de los vinos de calidad.

Por lo tanto, puede que lo peor de esta travesía amarga haya pasado. Pero hay cambios en el consumo que probablemente no sean fácilmente reversibles: un poder adquisitivo renqueante, el traslado de parte del consumo de vino desde la restauración al ámbito doméstico, la correspondiente presión sobre los precios por parte de la distribución, y un consumidor que ha vuelto a aprenderse la diferencia entre valor y precio. Un mercado más duro que el de los tiempos de bonanza cuando las grúas poblaban los horizontes de Tenerife. El otro día alguien me contó, con cara de sorpresa, que en su pueblo había visto una “pala” (de este color amarillo tan característico) metiéndose en un solar para hacer obras… Ahora nos llama la atención cuando aparece alguna.

D.G.