Basta con ver unos minutos de publicidad en televisión para darnos cuenta que está de moda anunciar que un producto no contiene esto ni aquello. Parafraseando podríamos decir que el vino no tiene azúcar añadido (por aquí), es sin gluten (¡vaya sorpresa!), que carece de aceite de palma (pobre Nocilla), que es bajo en sal (alisios mediante) y que de grasas hidrogenadas nada de nada. A través de esta exageración se visibiliza el «sin»-sentido de estos atributos de carencia: comprar algo exclusivamente por lo que NO contiene.
No obstante, funciona. Bajo el bombardeo de las advertencias (pseudo) sanitarias se nos despiertan temores y se abren mercados: como me gusta la leche, pero dicen que es mala, pues dame leche sin leche (ironía del destino: acaban de declararla «buena» de nuevo, ahora la leche entera protege contra los infartos). Arriba en la foto tienen las magdalenas (perdón, «muffins») sin harina ni azúcar. Personalmente prefiero algunas pocas de las «malas» (y a su vez tan buenas) magdalenas tradicionales y ninguna de las que solo conservan la silueta.
Creo que el principio de moderación es mejor que caer en la denominada «ortorexia», reflejo de los miedos a la enfermedad y aduladora de la continua y extrema optimización de nuestra conducta alimentaria. Me parece mejor lema el “poco, pero bueno”. Ya lo sé, eso no es buena noticia para la facturación…
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Jose Ignacio
Genial el título, genial la opinión.. gracias la comparto